En China, los comercios -desde las tiendas de lujo hasta los puestos en mercados callejeros- disponen de carteles con códigos QR que el comprador debe escanear para hacer el pago desde su smartphone. El vendedor, a su vez, comprueba en su teléfono que la cantidad ha sido abonada. Todo al instante, sin intermediación bancaria, sin necesidad de emplear tecnologías más complejas como el NFC y alcanzando un éxito que ha obligado incluso al gobierno a tomar una decisión drástica: imponer que los comercios deben seguir aceptando efectivo pese a que su uso es ya residual entre la población china.

Alrededor del 80% de usuarios móviles en China ha utilizado alguna vez el pago desde su dispositivo. Dos plataformas (AliPay, del grupo Alibaba, y WeChat Pay, de la popular app de mensajería del grupo Tencent) se reparten el pastel (sobre 800 millones de cuentas activas en cada uno de estos servicios) con una particular aproximación que apenas se ha visto ni se considera útil en Occidente: los códigos QR.

Sin embargo, en los países más desarrollados, como EEUU o las naciones europeas (España incluida), el nivel de adopción de esta tecnología es sensiblemente menor.